Belén González, en Moretart

Con el título de “El tacto se revela”, Belén González Arroyo (Madrid, 1970), licenciada en Bellas Artes por la Universidad Complutense, que en 1998 inició su andadura expositiva en el Centro Cultural de la Villa de Madrid” con “Pintando a Gerardo Diego”, expone por primera vez en la galería Moretart. una obra que lleva la impronta de una sensibilidad traspasada de lirismo, no en vano es  también poeta y tiene publicados seis libros de poesía, con nombres tan evocadores como “Asoma la soledad de la piel” o “En la nieve el cielo” . Atestiguan de su exquisita creatividad cuadros con sugeridores títulos, como “Temblor de espuma”  o “Reprogramar el cielo”, que traducen su inspirada resolución plástica a base de delicadas manchas que podrían parangonarse a caligrafías musicales, y que encajan dentro de la abstracción lírica. Así, el dinamismo gestual espontáneo se proyecta como un flujo de rítmica armonía controlado por la necesidad interior, creando metáforas visuales de gran originalidad y abiertas a todos los posibles.  De este modo, y siempre sobre un liso fondo blanco, lino o beige claro ( lo que ella llama  color piel), pero que también refleja el silencio y la inmensidad a la que se enfrenta el creador, nos lleva por vericuetos ocultos, como en “Eres atardecer de caminos mojados” donde podemos imaginar aéreas formas que pueden recordar verdes ramitas, grandes pétalos anaranjados y pequeñas aves negras empujados por las ráfagas del ocaso. “En la hamaca de tu recuerdo” podemos imaginar la ausencia de una persona añorada, a través de un alargado perfil negro con cierto aire antropomorfo, que se columpia en el aire como alejándose, mientras de pie otra estilizada figura rojo anaranjada, también de aire antropomorfo, asiste a su pérdida. “Renombrar los astros” nos sumerge en la profunda noche, en la materia oscura, en el misterio innombrable en el que se dibuja una desconocida constelación. En el díptico “La piel se vuelve casa, libro, fotografía” representa las delicadas e invisibles conexiones que las ansias interiores del alma establecen con la realidad física, por medio de una figura con un alargadísimo brazo marrón que se estira hasta el infinito. Ráfagas o alientos de ansias que se agitan en lo íntimo de los corazones es lo que transmite el lienzo “Hablar sin palabras”. Las incitaciones del innombrable más allá y de las ansias de conectar con las alturas cósmicas aparecen en “El nombre de la montaña sagrada” donde sugiere dos laderas curvándose  y dejando al centro un gran hueco como la boca de un extinto volcán. En el gran cuadro de dos metros de largo, “Caen racimos de sol” , en el que configura una especie de suelto ramaje formado cuatro pequeñas manchas  rojas caídas junto a otras negruzcas, parece querer expresar el ansia de la inalcanzable luz. La inspiración de las obras de Belén viene de las honduras anímicas que son fuente de oculta belleza y, de este modo, despierta sentimientos sutiles, por medio de formas aligeradas, casi incorpóreas, llenas de resonancias.

Belén González, en Moretart

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